El triunfo en el quinto partido, que condensaba toda una temporada en apenas 40 minutos, se quedó en la ciudad condal. Nada pudieron hacer Carroll, Singler, Mirotic y Llull. La depresión consume a un madridismo que se vio ganador tras el tercer encuentro de las finales y que ahora, aturdido, no se explica qué ha podido ocurrir. El doblete tendrá que esperar, al menos, un año más. Y van 20.
Las defensas alternas planteadas por Xavi Pascual generaron dudas y desnortaron a los madrileños. Pronto se vislumbró que la identidad salvaje y dionisíaca de los de Laso no saldría a relucir. Adiós a las posesiones de ocho segundos. Las ayudas defensivas del Barcelona, los constantes cambios de zona a individual, empujaban el choque hacia un tanteo bajo. Cada canasta era una lucha contra los elementos (16-12, min.10).
Aportaron y se fajaron los menos habituales: Ingles y Sada, con sendos triples, abrieron una ligera brecha (24-16).
De una diferencia de +9 se pasó al 46-45. Llull, Begic y Singler ansiaban escapar de la mordaza defensiva, pero la trampa mortal continuaba ahí, agazapada, buscando cazar al oso blanco y lucirlo como trofeo. El mejor Vázquez de la temporada, vital, enderezó el rumbo de los locales (56-47, min. 30, parcial 10-2).
Llull protagonizó dos jugadas que ejemplificaron su determinación nada más comenzar los 10 minutos decisivos. Una zona 1-3-1 del Madrid atascó a los culés. Así es como se estrechó el cerco (58-55, min 6:32).